José Alfredo Ibarra celebra 30 años de vocación y entrega en Cruz Roja Saltillo
Tres décadas de compromiso inquebrantable, sacrificios personales y una firme vocación de servicio definen la trayectoria de José Alfredo Ibarra Saucedo, paramédico de la Cruz Roja Mexicana, delegación Saltillo, quien este año celebra 30 años dedicados a salvar vidas.
Conocido por todos simplemente como “Ibarra”, inició su camino en 1995, luego de participar en una brigada de primeros auxilios en su antiguo empleo. Un compañero le compartió una convocatoria que escuchó en la radio: la Cruz Roja impartiría un nuevo curso para socorristas. Aquel impulso cambió el rumbo de su vida.
“Me fui quedando… es una labor que me fue gustando mucho, porque hay muchísima oportunidad de aportar a las personas y de capacitarse en otras cosas”, recuerda emocionado.
“Hay accidentes que te marcan. Llegar y ver que la persona ya no tiene signos vitales… uno siempre debe tener presente: ‘humanamente, haz lo posible por ayudarlo’”, comparte con franqueza.
La institución, señala, ofrece herramientas para procesar el impacto psicológico de este tipo de experiencias, que los socorristas viven en silencio: “Son pequeños duelos que cada quien trabaja de forma distinta”.

Desde entonces, Ibarra ha vivido momentos de enorme aprendizaje y también de profundo impacto emocional, en una labor que no solo exige habilidades técnicas, sino también fortaleza mental y sensibilidad humana
Además de su trabajo en emergencias, José Alfredo ha liderado el Grupo Infantil y Juvenil del Voluntariado, promoviendo campañas de apoyo a personas en situación de vulnerabilidad. Ahí también ha encontrado grandes satisfacciones:
“Poder trabajar con niños y adultos mayores en situaciones complicadas te deja una huella profunda. Siempre tratamos de dar lo mejor”.
Ibarra ha sido parte activa de la transformación de la Cruz Roja local: desde el traslado de su sede al Centro Metropolitano, hasta la modernización de ambulancias y equipos como las “quijadas de la vida”.
“Cuando empecé no había tanto equipo sofisticado. Hoy estamos al nivel de estándares internacionales. Eso requiere seguirse capacitando siempre”.
Para José Alfredo, ser socorrista implica sacrificios constantes: tiempo familiar, descanso, vida personal. Pero cada emergencia atendida, cada persona ayudada, le recuerda por qué eligió este camino.
“Es como una recompensa. Sacrificar un momento con la familia vale la pena cuando sabes que hiciste lo correcto por alguien que lo necesitaba”.
A bordo de su ambulancia Coah-165, con la adrenalina encendida y la vocación intacta, Ibarra continúa sirviendo a la comunidad saltillense con la misma pasión que aquel joven voluntario que, hace 30 años, cruzó por primera vez las puertas de la Cruz Roja.